Inmediatamente, un relato de Clotilde Cavero una
educadora española donde nos explicita el significado de lo que es
verdaderamente la libertad, pues la libertad no es ni puede ser absoluta.
Había una vez un hombre que encontró un papel que decía:
“Eres libre”. Entonces, el hombre se puso a andar y en su mente repetía una y
otra vez “soy libre”, sin comprender claramente el significado de lo que decía.
Se encontró con un perro y sintió deseos de jalarle la
cola. Se dijo a sí mismo “soy libre” y le jaló la cola al perro. Este, muy molesto,
le mordió la mano y el hombre tuvo que huir antes de que le mordiera algo más.
Con la mano herida, siguió andando, buscando quien le
curara la herida. Se encontró, en el camino con una niña que lo empezó a
fastidiar. El hombre pensó “soy libre” y decidió darle un palmazo a tan malcriada
niña, olvidando que su mano estaba herida.
El dolor le hizo tropezar y, esta vez, no solo tenía la
mano herida, sino también el pie. Vio un cartel que decía: “Peligro, no pasar”.
El hombre vio que se trataba de un campo de naranjas y dijo “soy libre” y pasó.
Comió tantas naranjas que el estómago no resistió. Así que pasó el día entre
apuro y apuro, con una mano herida y un pie torcido y sin comprender aún lo que
era la libertad.
Ya cansado de pasarla tan mal, se puso a pensar: “La
libertad debería traer mayor libertad cada vez, y yo estoy perdiéndola. ¿Quizá
esto de hacer lo que quiero no es libertad? Pero, entonces, ¿qué será?” Y se
puso de nuevo a andar.
Más allá encontró a mucha gente reunida. Todos con alguna herida, discutiendo sobre el papel
que también habían recibido: “Eres libre”. El hombre compartió sus experiencias
y, mientras conversaba, vio cómo entre todos se iban ayudando para curarse las
heridas. En ese momento comprendió que libertad no es solo la facultad de actuar conforme a la propia voluntad,
sino de elegir algo que a todos beneficiará, porque solo a partir de ello se
puede lograr mayor libertad.
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