Escuchamos sobre la polémica de los matrimonios gay, observamos conductores quienes ventilan su orientación sexual y en Internet nos sale un banner donde dos chicas se besan. Es decir, los medios de comunicación les cuentan a nuestros nietos, hijos e hijas de un tema sobre el tema que muchas veces no queremos hablar, pero que tenemos que hacerlo, más aún, en las instituciones educativas.
Que quede muy en claro que no estamos en contra de la orientación sexual de muchos ciudadanos y ciudadanos, es su derecho y se respeta más aún en una sociedad democrática. No obstante, la preocupación es por nuestros adolescentes quienes están configurando su identidad sexual y donde se realizan una serie de preguntas que es necesario aclarar, pues aparte de la ignorancia de estos temas se suman los prejuicios.
Para aquellos quienes han puesto el grito al cielo sobre el hablar de sexualidad en las aulas, debemos decirles que en Canadá y en el Reino Unido, por ejemplo, se les habla de sexualidad a partir de los cinco años en conformidad a su edad biológica y emocional. Claro no estamos en eso países, pero somos de la idea que es mejor tomar el toro por las astas que observar a una jovencita con síntomas de embarazo en el aula y pidiendo permiso para ir al baño.
Un problema que surge aquí es quien sería el profesor pertinente para que orienta el aprendizaje en temas de sexualidad: el tutor, el de CTA, el de religión o el de Persona, Familia o Relaciones Humanas. Lo cierto es que no hay profesores expertos en sexualidad, solo se realiza en las aulas anatomía o biología de los órganos reproductivos y se sabe que la sexualidad es mucho más que eso.
No hay que educar de espaldas ni colocar un velo a nuestros ojos, los jóvenes están expuestos a los medios de comunicación, a las redes sociales y a merced de la Internet; ellos están aprendiendo de manera distorsionada la sexualidad. Si el sexo rige nuestra conducta, al igual que el deseo de ser reconocido y amado, por qué no se le da la debida importancia a este tema en las instituciones educativas, más aún, en el nivel secundario donde se produce la pubertad.
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