La codependencia o ser dependiente de otra persona es un problema psicológico que tiene su origen en nuestra infancia. Es en la familia donde se da ciertas condiciones o características que contribuyen a configurar, en mayor o menor grado, la codependencia. No se trata de culpar ahora a nuestros padres, abuelos, tíos o quienes intervinieron en nuestra crianza y educación, sino de realizar los ajustes necesarios para hacer más gratificante nuestra vida.
Ahora, cada uno de nosotros tenemos una necesidad innata de recibir amor. En el momento de nacer, empezamos a demandar ese amor a través del cuidado que nos dan, el alimento, seguridad, en fin toda una serie de carencias que necesitamos suplir. Si la persona o personas que nos cuidan no logran por sus propias vivencias darnos ese amor y satisfacer esas demandas, probablemente, creceremos con la necesidad de buscar la aprobación en otras personas para sentirnos bien con nosotros mismos.
Para no ser dependiente de otra persona, es necesario tener en cuenta los mensajes que les estamos transmitiendo a nuestros hijos. Podemos decirles, por ejemplo: “Eres muy inteligente”, “qué buen trabajo hiciste”, “gracias mi amor, agradezco tu ayuda”, “qué bien te ves con ese vestido”. Estas expresiones van dejando huella en nuestra mente y en nuestra autoestima.
Si en lugar de esos mensajes hemos recibido mensajes como “qué tonto eres”, “nunca vas a aprender a hacer las cosas bien”, “otra vez fallaste”, es probable que tengamos que recurrir por nuestra baja autoestima a buscar amor y aprobación en forma desesperada y a conformarnos con “migajas” de cariño y atención.
En síntesis, podemos decir que nuestra felicidad futura depende en gran parte de nuestro presente, por ello, la autoestima y seguridad dependen del alimento afectivo que nuestras figuras parentales o de crianza nos otorgaron. De ahí, la importancia de fomentar en nuestros hijos e hijas las expresiones antes expuestas.
jueves, 6 de diciembre de 2012
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