El género musical tiene relación con la
belleza, con la estética, con la expresión más pura y espontánea de los
sentimientos. ¿Qué amor no se canta, qué despecho no se transforma en tango o
en ranchera?... así empieza una de los capítulos de José Ignacio López en su
libro: “Manual Urgente para Radialistas Apasionados y Apasionadas”.
En verdad, la música tiene relación directa
con las emociones y los sentimientos. Cada vez que escuchamos un tema, nos trasportamos
a un mundo lleno de ensueño y fantasía:
recreamos un mundo ficticio, recordamos un hecho que nos marcó o tarareamos la
letra que guarda mucha relación con nuestra vida.
Lo cierto es que la música, desde el punto de
vista histórico, siempre ha acompañado al ser humano. Desde sus inicios, el
hombre utilizó diversos objetos para crear melodías, ya sea con fines
religiosos o recreativos. Los vestigios de huesos, tambores, pututos y otros
materiales son evidencias que el aspecto musical siempre ha estado presente.
No se puede dejar de mencionar también, que
la música nos acompaña desde nuestro nacimiento con el canto mágico de nuestra
madre, incluso ahora antes del parto mediante la estimulación temprana. Pero
eso no es todo, la música está presente de inicio a fin, cuando nos vamos de
este mundo llevan nuestro féretro por las calles con banda de músicos, quienes
interpretan lastimeras canciones que conjugan con las rostros acongojados y el asomo
de varias lágrimas por las mejillas de los familiares.
Por otro lado, la música es una forma de
comunicación y transmisión de cultura, pero también es un síntoma o termómetro
del grado de desarrollo de una sociedad, del momento emocional en que se vive,
un reflejo de los problemas sociales y de la jerarquía de valores.
En suma, la música está presente en todo el ciclo de nuestra
vida, en los momentos alegres y tristes de nuestros días y acompañándonos en
todo lugar, por eso, concluiremos que la música se ha constituido o es la banda
sonora de nuestras vidas.
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