lunes, 5 de noviembre de 2012

La escuela es una vaca sagrada


Dentro de las corrientes pedagógicas actuales, es ineludible mencionar la educación mediante la convivencialidad de Iván Íllich. Este singular personaje pone en cuestión los principios que dirigen todo el pensamiento moderno: la creencia absoluta en el carácter necesario de la escuela, la creencia en la ciencia, la idea de la transformación social desde una perspectiva normativa... Íllich puso en tela de juicio todas esas ideas.

Al igual que Walter Peñaloza, quien sostiene que  la escuela domestica a los seres humanos, Íllich señala que la escuela es una vaca sagrada de la civilización occidental.  Este pensador considera que la propia naturaleza del sistema escolar niega y elimina la capacidad creativa.
En ese mismo sentido, expresa que la escuela, como el manicomio, la cárcel y el hospital, está dedicada a la normalización de los seres humanos, es decir, dirigida a hacerlos caber a todos en el mismo molde, a domesticarlos para la vida en la sociedad industrial.
Él considera que la escuela es una institución orientada a “deseducar” y, por lo tanto, si buscamos educación, debemos acabar con el sistema escolar existente.
Si bien es cierto, este último pensamiento es casi imposible, por  lo posicionado que está la escuela, no obstante, se debe promover una educación donde el verdadero aprendizaje no es consecuencia de la instrucción, sino el resultado de una participación de los estudiantes en el contexto de un entorno significativo.

Para Íllich, un buen sistema educacional, un sistema “desescolarizado”, debe tener tres objetivos. El primero, proporcionar, a todos aquellos que lo deseen, el acceso a recursos educacionales disponibles en cualquier momento de sus vidas. Segundo, dotar, a todos los que quieran compartir lo que saben y, tercero, dar, a todo aquel que quiera presentar al público un tema de debate, la oportunidad de formular sus argumentos.




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