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La escuela es una vaca sagrada
Dentro de las corrientes pedagógicas actuales, es
ineludible mencionar la educación mediante la convivencialidad de Iván Íllich.
Este singular personaje pone en cuestión los principios que dirigen todo el
pensamiento moderno: la creencia absoluta en el carácter necesario de la
escuela, la creencia en la ciencia, la idea de la transformación social desde
una perspectiva normativa... Íllich puso en tela de juicio todas esas ideas.
Al igual que Walter Peñaloza, quien sostiene que la escuela domestica a los seres humanos,
Íllich señala que la escuela es una vaca sagrada de la civilización occidental.
Este pensador considera que la propia
naturaleza del sistema escolar niega y elimina la capacidad creativa.
En ese mismo sentido, expresa que la escuela, como el
manicomio, la cárcel y el hospital, está dedicada a la normalización de los
seres humanos, es decir, dirigida a hacerlos caber a todos en el mismo molde, a
domesticarlos para la vida en la sociedad industrial.
Él considera que la escuela es una institución orientada
a “deseducar” y, por lo tanto, si buscamos educación, debemos acabar con el
sistema escolar existente.
Si bien es cierto, este último pensamiento es casi
imposible, por lo posicionado que está
la escuela, no obstante, se debe promover una educación donde el verdadero
aprendizaje no es consecuencia de la instrucción, sino el resultado de una
participación de los estudiantes en el contexto de un entorno significativo.
Para Íllich, un buen sistema educacional, un sistema
“desescolarizado”, debe tener tres objetivos. El primero, proporcionar, a todos
aquellos que lo deseen, el acceso a recursos educacionales disponibles en cualquier
momento de sus vidas. Segundo, dotar, a todos los que quieran compartir lo que
saben y, tercero, dar, a todo aquel que quiera presentar al público un tema de
debate, la oportunidad de formular sus argumentos.
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