lunes, 5 de noviembre de 2012

“Yo perdono, pero no olvido”


El perdón es considerado como uno de los actos más nobles del ser humano, según el Diccionario de la Lengua Española lo define como: “Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente”.

El perdón tiene que ver con algo que alguien da, se asemeja a un obsequio. El verdadero perdón debe modificar algo en nosotros y algo de la relación nuestra con lo sucedido.

Por eso, la expresión “yo perdono, pero no olvido”, no es algo recomendable porque se constituiría en un ancla, en pesadas cadenas en nuestra vida que no nos permitirá  avanzar, pues nos está robando un cúmulo de energía.

No perdonar, impide que nos enfoquemos en nuestros reales objetivos, además invertimos tiempo, esfuerzo, incluso la energía invertida necesaria contra el olvido porque queremos sostener un recuerdo. Todo ello, nos preocupa y no logramos una paz interior.

El perdón requiere reconocernos como seres humanos, respeto primero hacia nosotros mismos, demanda misericordia, el reconocer que todos cometemos errores, que todos tenemos temores, dolores, fallas como seres humanos. Requiere amor por nosotros mismos y por el prójimo, implica olvidar.

Ojo, perdonar no significa callar o querer disminuir el daño recibido. Pasar de largo las injurias con las que nos tratan nuestros colegas o cónyuges para evitar conflictos, buscando la paz a cualquier precio para vivir en un clima armonioso, eso no es perdonar. Esta actitud es peligrosa, es importante resaltar que la indignación e incluso la ira son reacciones normales y hasta necesarias en ciertas situaciones.

El perdonar trae consigo muchos beneficios, porque cuando perdonamos no solo libero al otro de la culpa, sino que en primer lugar me libero a mí mismo. Estoy dispuesto a desatarme de los enfados y rencores. Superar las ofensas es una tarea sumamente importante porque el odio y la venganza perjudican nuestra salud y nuestra estabilidad emocional. 



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