viernes, 18 de enero de 2013

Después de la negación viene la aceptación

El duelo es la reacción natural y necesaria de adaptación ante una pérdida de un ser querido, objeto o evento significativo. El duelo es necesario no se debe anestesiar y si lo hicieran se le queda debiendo eso a la vida al no lograr ser amigo de la propia tristeza.


Si bien es cierto, el tiempo ayuda a curar las heridas, pero tampoco hay que quedarse de brazos cruzados. Se tiene que asumir una posición activa para lograr aproximarse a un proceso de cambio.

Sobre las etapas del duelo, podemos diferenciar esencialmente tres:

1. Evitación: se le denomina también “shock”, negación. Se dice que es evitación porque lo primero que realiza la persona es no aceptar que la pérdida es cierta.

En la etapa de “shock” la persona actúa como un “zombi”, en automático. Esta sensación produce como un recuerdo de haber estado pero sin estar, como una película o irrealidad.

2. Confrontación: fase intensa y aguda, gran carga emocional. De la etapa de evitación, se va dando paso a la etapa de confrontación que implica aceptar la realidad. Es la fase aguda más difícil, pues todas las emociones y sentimientos inundan a la persona y se tiene la sensación de que el alma le duele. Se enfrenta a la realidad de que la persona no va a volver.

Muchas personas en esta etapa piensan que se están volviendo locos (hay que desmitificar eso). La etapa de confrontación es la más larga, la más dolorosa y dura más de lo que usted piensa.

3. Restablecimiento: Es cuando de momento el doliente empieza a sonreír y puede expresar: “me duele que haya muerto pero yo sigo vivo”.

La duración de cada etapa es variable y depende del tipo de pérdida, de los recursos internos y externos de la persona, del vínculo que tenía.

   

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