En las aulas universitarias, escuché a uno de mis profesores de periodismo decir que la sangre y el semen es lo que más interesa a los lectores peruanos. Por tanto, Drácula ya no necesita tirarse al cuello de las personas, solo le basta con ir al quiosco de la esquina, comprar unos cuantos periódicos y exprimirlos: chorrean sangre.
La crónica roja es la tendencia del mal periodismo en la prensa, en revistas y en los informativos de televisión y de radio. Noticias con primeros planos de violadas y descuartizados. Fotografías obscenas que hieren lo escrúpulos de los lectores. Periodistas vampiros que revolotean en busca de cadáveres, tripas y sesos expuestos al aire libre.
El pretexto es decir que a la gente le gusta eso y como lo que le gusta a la gente da buenos puntos de “rating” o lectoría y esto trae publicidad... pues seguimos convirtiendo los noticieros y los periódicos en un charco de sangre.
Lo peor de la crónica roja es que, de tanto ver atrocidades, va volviendo a la gente insensible al dolor ajeno. La va convenciendo de que es peligroso salir a la calle, esto se convierte en una neurosis colectiva y se internaliza en nuestro inconsciente a tal punto de no intentar cambiar las cosas.
¿Qué hacer frente a esta tendencia de informar sobre lo más sórdido de la naturaleza humana?
Sin duda, se tiene que informar sobre los sucesos violentos que ocurren en la comunidad, en el país, en el mundo. Pero si somos responsables, aplicaremos al menos, estos tres criterios básicos:
Cuidar el lenguaje: No es necesario decir por cuál costilla entró el puñal. Tampoco hay que inmiscuirse en la vida privada de las víctimas.
Darle contexto a la información: La noticia de un borracho accidentado puede relacionarse con el exceso de bebidas alcohólicas o con la falta de control policial en las carreteras.
Dedicar a estos sucesos, como máximo, un 20 % del tiempo o espacio en un medio informativo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario