Muchas veces, me he quedado sorprendido cuando una mujer
te dice —al observar a otra persona— los detalles de la vestimenta, algún
objeto que llevaba consigo y solo le bastó unos cuantos segundos para que te
describa todo este panorama.
Esta situación tiene una explicación biológica y
evolutiva. Resulta que la configuración de los ojos de la mujer es diferente a
la del hombre.
En el caso de la mujer, debido a la tarea que debían
realizar como protectoras del hogar, su estructura cerebral fue desarrollando
un ángulo de visión clara de al menos 45 grados por cada lado, y por encima y
por debajo de la nariz.
En otras palabras, muchas mujeres disfrutan de una visión
periférica de casi 180 grados. Esto como consecuencia, ya que la mujer
necesitaba un amplio ángulo de visión para controlar que nada amenazara la
cueva donde se hallaba.
En cambio, los ojos del hombre se configuraron para un
tipo de visión de larga distancia, como si fueran un par de binoculares. En su
tarea de cazador, el hombre necesitaba identificar una presa a gran distancia y
perseguirla con la vista, sin distraerse con lo que le rodeaba.
De esta manera, las mujeres fueron perfeccionando una
gran visión periférica, mientras que los hombres desarrollaron una visión
cilíndrica.
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