viernes, 18 de enero de 2013

Primero la claridad, luego el resto

(Expresión oral)

La palabra hablada por naturaleza está sujeta a condiciones distintas de la palabra escrita. No se habla como se escribe. Por esta razón, el discurso escrito para ser leído, debe componerse de acuerdo con las características del estilo hablado.


Hay que tener siempre presente que la lengua oral permite, más aún, necesita suspensos, repeticiones, silencios, eufonía, entre otros, que son desaconsejables en la composición escrita.

Tomamos de Carlos Loprete las cualidades que consideramos esenciales en el estilo de la oratoria moderna y que resumimos en: verdad, claridad, belleza y vitalidad.

El orador es un hombre que transmite con mayor o menor habilidad su pensamiento con absoluta sinceridad. Por eso, no debe ni puede fingir que sabe si no sabe; que tiene entusiasmo o interés, si no lo tiene; que existe acuerdo entre lo que piensa y lo que dice, si esta no es la estricta verdad.

Un estilo que no sea verdadero no tiene ninguna posibilidad de imponerse, porque no brota del alma, porque no tiene la fuerza interior ni el vigor de lo auténtico. Nadie puede dar lo que no tiene. Si sé, trasmito seguridad. Si soy sincero, transmito confianza. Si tengo entusiasmo, transmito interés. Si tengo algo que decir, seguramente soy elocuente.

La claridad en la expresión, implica una equivalente claridad de pensamiento. No tenga miedo de ser sencillo. Ojo que no decimos pensar simple, sino expresar con simplicidad aún el pensamiento más profundo.

Una conferencia es bella cuando está bien organizada, es sobria, demostrativa, clara y si es posible, algo elegante. La belleza está en la difícil meta de un ajustado equilibrio, en lo que uno tiene para decir y la forma en que lo transmite.

Debemos entender que si frente a nosotros alguien va a enfocar un tema determinado, es porque el tema lo domina y siente por él auténtico entusiasmo. Y si esto es cierto, ya está, ya ganó. Su conferencia será un éxito para él y para su complacido auditorio.

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