El joven Demóstenes soñaba con ser un gran
orador, sin embargo, este propósito parecía una locura desde todo punto de
vista. No tenía el dinero para pagar a sus maestros ni ningún tipo de
conocimientos. Además, tenía otra gran limitación: Era tartamudo.
Demóstenes sabía que la persistencia y la
tenacidad hacen milagros y, cultivando estas virtudes, pudo asistir a los
discursos de los oradores y filósofos más prominentes de la época. Hasta tuvo
la oportunidad de ver al mismísimo Platón exponer sus teorías.
Ansioso por empezar, no perdió tiempo en
preparar su primer discurso. Su entusiasmo duro poco: La presentación fue un
desastre. A la tercera frase, fue interrumpido por los gritos de protesta de la
audiencia. Las burlas acentuaron el nerviosismo y el tartamudeo de Demóstenes,
quien se retiró entre los abucheos sin siquiera terminar su discurso.
En vez de sentirse desanimado, Demóstenes
tomaba esas afirmaciones como un desafío, como un juego que él quería ganar. Así
fue que se embarcó en la aventura de hacer todo lo necesario para superar las
adversas circunstancias que lo rodeaban.
Se afeitó la cabeza, para así resistir la
tentación de salir a las calles. De este modo, día a día, se aislaba hasta el
amanecer practicando. En los atardeceres corría por las playas, gritándole al
sol con todas sus fuerzas, para así ejercitar sus pulmones. Más entrada la
noche, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los
dientes para forzarse a hablar sin tartamudear. Al regresar a la casa se paraba
durante horas frente a un espejo para mejorar su postura y sus gestos.
Así pasaron meses y años, antes de que
reapareciera de nuevo ante la asamblea defendiendo con éxito a un fabricante de
lámparas, a quien sus ingratos hijos le querían arrebatar su patrimonio.
En esta ocasión la seguridad, la elocuencia y
la sabiduría de Demóstenes fue ovacionada por el público hasta el cansancio.
Cuando realmente has sido persistente y has
mantenido tu compromiso, muchas veces en tu vida, has convertido en posible lo
imposible. Nunca lo olvides.
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