¡El amor!... ¿De dónde viene, quién lo
infundió en nuestros corazones? Una moderna teoría antropológica nos da una
pista muy sugerente.
Hay un hecho curioso en la naturaleza: la
mujer es el único mamífero que no tiene “celo”, es decir, no da señales
externas de su fertilidad. En los días de la ovulación, la mujer no indica de
ninguna manera que puede ser fecundada.
Quien tenga una gata o una perrita sabe lo
que ocurre durante la época del celo. La región genital emana un “aroma” que
excita a los machos de las cercanías.En las manadas de mamíferos, estos olores
provocan violentas luchas entre los machos.
De esta forma, la naturaleza asegura que los
más fuertes y adaptados, sean los que hereden el mejor patrimonio genético. Si
así es la situación ¿por qué las mujeres no tienen eso que sedenomina como “celo”?
Si queremos encontrar una explicación a este
cambio evolutivo, debemos retroceder a nuestros antepasados, hace unos 4
millones de años. Las hembras de aquellos primeros homínidos sí tenían celo.
Imaginemos que en este grupo de homínidos nace
una hembra con una mutación: el de no tener celo. ¿Qué ocurriría? Sucedería que
al macho dominante no le interesaría aparearse con esa hembra extraña que no
anuncia su fertilidad. Esto dio oportunidad a otro macho de menor categoría, al
no encontrar oposición por parte del jefe, este se habrá unido a la hembra
despreciada.
Aquella hembra no tenía celo, pero era
fértil. Por ley de herencia, sus hijas habrán nacido con la misma mutación que
ella: no tener celo. Y precisamente por no tener celo, estas hembras habrán
podido distanciarse del macho dominante y establecer relaciones con los otros
machos del grupo.
Así, nacieron las primeras parejas
estables.Muy probablemente, este fue el origen del amor. Porque rota ya la
dictadura del celo, los machos podían fijarse en otros atributos de la
compañera. Y las hembras, podían escoger al compañero que más les gustara.
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